miércoles, 1 de diciembre de 2010

"Retos"



Cuando tenemos controlado todo lo que nos rodea y vivimos en un “ambiente estable”, sin darnos cuenta, gozamos de un área de confortabilidad y seguridad personal que en muchos casos hace que ni nos planteemos la más mínima evolución (ya sea personal, profesional, emocional,…). Pero, ¿qué ocurre si algo externo a ese círculo individual rompe la estabilidad?, ¿cómo reaccionamos?, ¿aprovechamos todas sus ventajas, si es que se trata de algo positivo?, ¿minimizamos su impacto si es que es algo perjudicial?, ¿optimizamos sus diferentes alternativas, si es que nos propone varias opciones?, ¿nos abate irremediablemente, si es que es algo demoledor?, ¿…?


Me estoy refiriendo a ¿cómo afrontamos los nuevos retos?, ya nos sean impuestos por variables externas o nos los impongamos de manera voluntaria; aunque este último supuesto es bastante más escaso, porque cuando estamos en nuestra área estable rara vez nos arriesgamos a “complicarnos la vida”, ¿o sí?


En este sentido quisiera enlazar dos de los significados que la Real Academia de la Lengua da en su definición de reto. El primero es “Provocación o citación al duelo o desafío”; bajo lo que podemos encuadrar los que nos son impuestos desde el exterior. Y el segundo sería “Objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta”; que puede darse como reacción ante esa citación o provocación, o bien por iniciativa propia.


En el caso de los retos voluntarios (autoimpuestos) lo principal es analizar todos los riesgos a correr en el caso de acometerlos y los beneficios de su consecución con éxito, utilizar entonces la balanza y tener una previsión de sus resultados. Así antes de dar un paso se podrá decidir si darlo o plantarse.


Pero esto es totalmente diferente en el caso de los retos impuestos desde el exterior, porque de uno u otro modo debemos reaccionar ante ellos y, además, en la mayoría de los casos, no nos darán ese plazo para la evaluación comentada en el párrafo anterior. Puesto que tenemos que actuar, lo principal es aislar el frente por el que nos viene el reto (por ejemplo, el área profesional), para poder apoyarnos en el resto de nuestros pilares (familiar, relacional, emocional,…) y mantener así cierta estabilidad ante la incertidumbre de la nueva situación. A partir de la seguridad que dan los demás pilares se podrá hacer un breve análisis de las oportunidades y alternativas para pasar rápidamente a la acción y afrontar el reto.


¿Y si alguno o varios de los demás pilares también se tambalea?, ¿y si se nos presentan retos externos por varios frentes?, ¿dónde apoyarse?...


Quizá en este caso extremo tendríamos que identificar claramente cuál es el pilar maestro sobre el que sustentamos nuestra vida y asumir el reto que éste nos presente como el primero y más urgente que afrontar. Una vez apuntalado, y aún en la etapa de reconstrucción, quizá lo más aconsejable sería ir asumiendo el resto de retos por orden de prioridad descendente hasta lograr la máxima estabilidad posible, lo que seguramente represente al final una nueva realidad muy distinta a la inicial, pero con la satisfacción personal de ver el resultado de nuestra capacidad de maniobra, de supervivencia y de superación ante lo más inesperado.


En definitiva, todo reto supone un cambio, una evolución, un paso adelante, una nueva realidad,… incluso en muchas ocasiones, un “salto al vacío”.