Cabo da Roca (Portugal), Luis Muñoz 2.009 ©
|
Aunque yo ya tenía mis sospechas
sobre el significado de este título, lamentablemente el devenir de esta
puñetera vida ha hecho que a la fuerza lo tenga que contrastar en primera
persona en el corto periodo de tres tristes meses ya.
Y es que eso de la vida eterna
que algunas religiones, como el Cristianismo y el Mahometismo, identifican como
vivir en el cielo para siempre (en el mejor de los casos, porque si no se han
hecho los suficientes méritos, según sus cánones, sería sufrir en el infierno para la
eternidad); u otras, como el Budismo y el Hinduismo, que se refieren a ello como
la continua reencarnación vida tras vida del alma de un ser en otro, hasta
conseguir la paz y la calma interiores suficientes para descansar de una vez
por todas fundidas en su dios creador del que todas las almas forman parte; a
mí no me convencían demasiado.
Pues ahora sí que puedo asegurar
sin miedo a equivocarme que la vida eterna es mucho más que un infinito
descanso por ahí arriba o abajo. Mi corazón le ha dado la razón a mi cabeza y
juntos me confirman que la vida eterna es todo aquello que permanece para
siempre de los que se van en los que nos quedamos un ratito más por aquí. Sí,
me refiero a los recuerdos, a los momentos compartidos, a los amores mutuos, a
los problemas superados codo con codo, a las sonrisas repartidas, a las risas
entregadas, a las vidas creadas y regaladas, a la amistad ofrecida y
disfrutada, a los principios y valores asumidos e inculcados, …
Todo ello es a la vez la esencia
y el regalo de quien nos abandona que, según la intensidad de la relación
personal compartida, queda y trasciende en cada uno de nosotros para el resto
de nuestra vida. De esta manera, combinándolos con nuestra propia esencia,
hacemos nuestra esa “vida” (esos gestos, ideas, sentimientos y demás de
aquéllos) y la perpetuamos hasta que nosotros mismos desparecemos terrenalmente
y dejamos aquí nuestra herencia, comenzando de nuevo el ciclo. De ahí lo de “eterna”.
Así no resulta nada
descabellado afirmar que en un horizonte no muy lejano nos reencontraremos con
aquellos que ya se nos han adelantado. Incluso me atrevo a decir que desde el
primer momento en que nos encontramos ya permanecemos juntos para siempre,
aunque a veces no seamos ni conscientes de ello. Y, en mi caso, no sabéis
cuánto me alegro de haber tenido y de tener esa consciencia plena que me ha
permitido y me permitirá disfrutar de SU vida eterna.