¿Cuántas veces hemos dejado de hacer algo frenados por nuestros sentimientos que a todas luces parecía lo más razonable desde un punto de vista objetivo?. O dicho de otro modo, ¿cuántas veces hemos actuado obedeciendo el impulso interno, aun siendo conscientes de que no era lo más aconsejable?
Esto no es más que nuestra capacidad personal de decisión; es lo que nos diferencia de las máquinas. Estoy seguro que a mi PC no se ocurre pensar que cuando va abrir excell para ver una cuenta de resultados, le apetece más abrir powerpoint porque tiene más dibujitos y es más ameno. Pero a mí, depende del momento, sí.
Es algo que a todos los que leemos estos párrafos nos ha ocurrido (y nos ocurrirá) mil veces a lo largo de nuestra vida. Pero, entonces, ¿por qué tratarlo aquí y ahora?
Pues recordando un antiguo post de este blog, mindfulness era la manera de vivir la vida aprovechando al máximo cada momento, disfrutando de cada segundo, siendo consciente de lo que se está viviendo en cada instante, estando en contacto con todo lo que está ocurriendo ahora. Todo ello suena bastante bien, pero, al menos a mí, me parece imposible de llevar a cabo, que me satisfaga, sin quitarle parte de la “razón” a cada decisión, a cada instante, a cada maniobra; y sin ponerle más “corazón”, más sentimiento, más impulsos irracionales (¿por qué no?) a la vida.
No hablo de liarnos la manta a la cabeza y, que salga el sol por dónde salga, hacer lo que nos venga en gana. Evidentemente, cada uno tenemos nuestras responsabilidades y no se pueden echar por la borda sin más. Pero sí quizá relajar en gran medida nuestro sometimiento a normas (en la mayor parte de los casos internas) y obedecer más a nuestros impulsos porque en realidad es lo que nos apetece. Todo ello basado en los valores personales y desde el respeto a los demás, pero no subordinados a esos otros.
Cada día estoy más convencido de que de esta manera cada instante de la vida, cada momento con los nuestros, cada minuto de recogimiento interior tendría mucha más “chispa” cuanta más naturalidad le pongamos. Y, aunque sé que para muchos esto cuesta (para mí también, y a veces no sabéis cuánto), esa es mi intención.
¿Significa esto dejar todo en manos de nuestra intuición, de nuestro estado de ánimo, de nuestros sueños,…? Pues seguramente todo no, pero…
… ¿dónde pondrías el límite entre la razón y el corazón?
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