jueves, 8 de abril de 2010

“Redes sociales y plazas de pueblo”


En posts anteriores ya he hecho referencia a las redes sociales, pero en éste quisiera empezar a profundizar un poco más en ellas. Intentaré hacerlo en tres entradas consecutivas y desde tres perspectivas distintas: la personal, la del consumidor y la de la empresa; y teniendo claro que no podré ocultar el sesgo ineludible de la generación a la que pertenezco, que sobre todo aparecerá en la perspectiva personal (tratada a continuación), pero es que tampoco lo pretendo.

Quizá para muchos resulte extrema la frase si no estás en ninguna red social, no existes. Efectivamente, para mí también lo fue la primera vez que la oí, pero la he seguido oyendo, leyendo y, en algunos casos constatando. Comprendo la irritación de muchos con ello, pero si os parece increíble, haced la prueba: planteadlo a cualquier persona que no llegue a los 30 años… Y no es que sea cosa de niños, no; es que son las generaciones que están creciendo, madurando y saltando ya al mercado laboral (si encuentran su hueco, porque tal y como está el patio…), para lo que incluso utilizan esas mismas redes u otras más especializadas como puerta de acceso. Es lo que hay.

Desde una perspectiva personal, para quien todavía tenga dudas, quizá pueda comprender mejor este fenómeno si englobamos dentro del término de redes sociales el simple e-mail, o el teléfono móvil (aunque esto está más que digerido). Cuando a principios de los 90’s tuve mi primer móvil (un Motorota sin pantalla y con una antena desplegable, un ladrillo vamos), recuerdo comentarios como “¿para qué lo quieres?, ¡qué incómodo andar por ahí con eso!, ¿no te molesta estar siempre localizable?,…”; y en realidad, no les faltaba parte de razón. Pero pensemos en hoy, en este 2010, ¿no notas que te falta algo cuando has salido sin el móvil?, ¿cuándo hiciste o recibiste la última llamada?, ¿y el último sms?, ¿2, 5 ó 30 minutos?...

La misma retrospectiva se puede hacer si hablamos del correo electrónico que nació como una herramienta de trabajo y todos sabemos que el uso mayoritario hoy es fundamentalmente personal. ¿Quién no tiene más de una dirección de e-mail?

Tanto lo uno como lo otro han sido necesidades creadas de las que hoy ya no podemos prescindir porque forman parte de nuestro día a día. Ni que decir para los más jóvenes que ya han nacido en la era digital. Como dice Miguel A.G.Borja (Prof. de la UCLM), “cuando me compro un nuevo aparato electrónico, en lugar de leer los siete tomos de instrucciones que trae, dejo el cacharro dentro de su caja encima de la mesa y cuando vuelvo mis hijos de no más de 15 años ya lo tienen instalado y manejan todas las funciones posibles”. Son los “nativos digitales”.

Visto esto, ¿tiene alguien todavía dudas de que su existencia personal (al menos la relacional) sería hoy igual si se hubiera quedado al margen desde el principio del móvil y del e-mail, mientras el resto de su entorno lo hubiese utilizado como hasta ahora?

Pues, aunque nos siga pareciendo duro, lo mismo está ocurriendo con las redes sociales. Lo que ocurre es que hay una clara segmentación en ellas (por edades, temáticas, profesionales, comerciales,…), pero que al final es la misma que de manera individual cada uno le da a sus llamadas o sms de móvil o a sus correos electrónicos; y esas segmentaciones grupales tan definidas nos pueden llevar a pensar desde fuera que esas redes son modas, cosas de niños, de adolescentes o de frikis. Cosa bien distinta es el uso adecuado o no que se le dé en cada caso, pero repito, igual que con el móvil y con el e-mail.


Dicho de otro modo, igual que antes todo se comentaba o se discutía en la plaza del pueblo y, dentro de ella, en círculos distintos (jubilados, madres, currantes, jóvenes,...) según el banco en el estuvieses sentado, hoy un volumen infinitamente más grande de información es lo que se comenta, se discute, se ofrece o se propone en las distintas redes sociales virtuales.

3 comentarios:

  1. Pues a mí lo de las redes sociales me da mucho vértigo. Nos empujan a deshumanizar las relaciones, a potenciar las fantasías sobre uno mismo y los demás y a abandonarnos a la soledad del monitor. Nuestra generación ha convivido con las largas tardes en bici con el bocata de nocilla y con el imperio de la tecnología. Creo que el término medio fue siempre lo mejor, yo lo tengo claro. ¿Lo tendrán mis hijos? María Sánchez-Migallón

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  2. No es que te falte razón María, pero ¿no crees que, a pesar de la distancia física, sí que afianzan los lazos y las necesidades de relacionarse con "los otros" en todo momento?.

    Por otro lado, estoy de acuerdo contigo en lo del punto medio, pero quizá es ese punto medio el que, a medida que avanza la teconología y es asumida por los individuos (modificando como vemos sus formas de intercomunicación), se va desplazando hacia adelante en la recta del progreso, alejándose de ese punto que comentas de un pasado relativamente reciente. Entonces ahora, como en todas las generaciones pero más aún en ésta por el volumen de información que maneja, la figura de los padres es vital en cuanto a la transmisión de valores a nuestros hijos para que sepan discernir la realidad de la ficción y mantengan íntegros los principios éticos y cívicos necesarios en nuestros días, que creo que no difieren demasiado de los de nuestros abuelos, ¿no?...

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  3. No es que te falte razón María, pero ¿no crees que, a pesar de la distancia física, sí que afianzan los lazos y las necesidades de relacionarse con "los otros" en todo momento?.

    Por otro lado, estoy de acuerdo contigo en lo del punto medio, pero quizá es ese punto medio el que, a medida que avanza la teconología y es asumida por los individuos (modificando como vemos sus formas de intercomunicación), se va desplazando hacia adelante en la recta del progreso, alejándose de ese punto que comentas de un pasado relativamente reciente. Entonces ahora, como en todas las generaciones pero más aún en ésta por el volumen de información que maneja, la figura de los padres es vital en cuanto a la transmisión de valores a nuestros hijos para que sepan discernir la realidad de la ficción y mantengan íntegros los principios éticos y cívicos necesarios en nuestros días, que creo que no difieren demasiado de los de nuestros abuelos, ¿no?...

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